El libro de Rachel by Martin Amis

El libro de Rachel by Martin Amis

autor:Martin Amis [Amis, Martin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1973-01-01T05:00:00+00:00


* * *

Todavía había suficiente luz como para correr el riesgo de ir andando hasta Kilburn. El treinta-y-uno era un autobús caprichoso; de todos modos, no tenía que llegar a casa de Rachel hasta las siete y cuarenta y cinco. Quizá tendría que entretenerme matando el tiempo en algún sitio. Bajo el luminoso cielo, Maida Vale era un barrio tranquilizadoramente provisto de farolas que se recortaban contra el incipiente crepúsculo.

Había estado en Maida Vale una vez, cuando Geoffrey me obligó a que le acompañara para investigar una tienda de guitarras de segunda mano. Como entonces, parecía una ciudad de provincias en época de guerra: asediada, con los postigos cerrados, la gente por la calle, la camaradería después del apagón. Entré en un desvencijado bar Victoriano, y salí, rápidamente, de él. Estaba atestado de teddy-boys, irlandeses, skinheads, y otros grupos minoritarios de carácter violento. En cualquier otra ocasión me hubiera arriesgado a quedarme, para consolidar allí los efectos de la ginebra de Bellamy. Pero llevaba un traje con chaleco color brasas apagadas…, de la época del colegio, pero, de todos modos, muy deslumbrante. Era mucho mejor tomarme una limonada en el oscuro café que había junto al cine, rodeado de estudiantes y chicas au pair. Tanto allí como, veinte minutos más tarde, en el autobús, hojeé el regalo de Bellamy, y pensé en el fin de semana.

¿Qué pretendía, para empezar, mi padre? Cuando el miércoles regresé a casa después del cine, Jenny y Norman estaban mirando la televisión. Jenny me preguntó sin dejar de mirarla si quería un poco de café, y Norman, al mismo tiempo, si quería un whisky, de modo que tuve que decir que no quería nada.

—¿Se puede saber —pregunté— por qué ha tenido que venir ese viejo de mierda? ¿Qué quería?

—La furcia de ese viejo de mierda —dijo Norman— tiene una hija de diez años y no sabe dónde meterla este fin de semana porque su madre se va con ese viejo de mierda.

—¿Y pretende que le hagáis de canguro?

Norman asintió.

—¿Y lo haréis?

—Claro —dijo Jenny.

—¿Para qué?

—La pobrecilla no tiene dónde quedarse.

—¿Y?

La televisión crujió. Jenny soltó un breve y agudo chillido.

—¿Se puede saber qué te ocurre? —preguntó Norman.

—Oh, nada. Solo me preguntaba qué coño está pasando.

—Qué gracioso. Yo me estaba preguntando qué hostias pasa.

Me senté una hora a mi mesa de trabajo, y estuve allí sacudiendo la cabeza y trabajando en la Carta a mi Padre. A media noche taché la palabra «Carta» y en su lugar puse, encima, «Discurso».



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